martes, 8 de marzo de 2016

Los tiburones blancos miden en promedio entre cuatro y seis metros de longitud; poseen cartílagos en lugar de huesos, lo que los convierte en una de las especies más rápidas


El Nautilus permanece anclado en el paralelo 29 latitud norte. El ecosistema marino de Isla Guadalupe se observa imponente.

Para atraer a los tiburones, antes se utilizaba carnada. Esta práctica fue prohibida por las autoridades ambientales mexicanas. 

Ahora sólo se permite atraer al tiburón blanco con el olor de la carne de atún, contenida en bolsas orgánicas.

Tenemos suerte, los tiburones han comenzado a llegar. Las jaulas están listas para la inmersión.

Además de la experiencia de nuestro compañero Manuel Lazcano, contaremos con el apoyo de Rodrigo Friscione que pertenece a una organización conservacionista de jóvenes que promueven la preservación de especies marinas como el tiburón blanco.

"Lo más importante que se tiene de los tiburones es su propia protección, los tiburones se están acabando a nivel mundial…  Se están cazando tanto incidental, como a propósito, se venden las aletas para el mercado asiático, la carne se utiliza en México como bacalao, como pesca de magra por kilo, se venden las mandíbulas como ornato y lo peor de todo y lo más importante es el factor orgullo de la gente que dice: mate a un tiburón!", explica Rodrigo Friscione, miembro de la ONG Pelagic Life.

Realizamos el primer avistamiento en jaulas a tres y cinco metros de profundidad, junto con nuestro compañero Carlos Loret, que realizará su primera inmersión para ver a "El Señor de Guadalupe". 

"Yo soy de la generación que creció viendo al tiburón comiéndose personas, helicópteros y lanchas en tercera dimensión... Cuando uno se mete a las jaulas quisieras que las jaulas fueran mucho más estrechas, que hubiera más barrotes, que los barrotes fueran más firmes, porque conforme se acerca el tiburón blanco y uno descubre su dimensión, su tamaño, su grandeza. lo primero que se te pega es el miedo. Pero al cabo de estar un ratito ahí, sentirlo, cómo abraza, besa a las olas. Aquella música de tun tun tun!... que te estremece, que te hace agarrarte de la butaca, se convierte en una especie de música de violonchelo, música sí: grave, dominante, pero muy melodiosa, muy suave... de un animal que se sabe rey pero que gobierna con nobleza... no es un tirano de la mar, no es un asesino... es un rey...
Y ese cambio de cultura, ese cambio de mente solamente se logra, metiéndose al agua, bajando unos metros y viéndolo de frente... y al cabo de un tiempo uno termina descubriendo que el tiburón hasta sonríe...", narra Carlos Loret de Mola.

Hay quienes piensan que se trata de un monstruo del mar;  la realidad es que estando abajo, en plena calma, rodeado del azul profundo del mar, hasta se disfruta, tanto, que entre más se acerca a la jaula el tiburón, más se disfruta porque es tan poderoso que incluso cuando llega a golpear la jaula, más que temor hay admiración por una criatura tan salvajemente perfecta.

"Los tiburones relajados tienen las aletas horizontales, cuando ellos se empiezan a estresar apuntan las aletas hacia abajo, es una señal de estrés, de mantener tu distancia, quedarte replegado en la jaula estar esperando a que se relaje",  subraya Rodrigo Friscione, miembro de la ONG Pelagic Life.

A Manuel Lazcano, con un colmillo largo bajo el agua, un poco en broma un poco enserio le decimos "el encantador de tiburones", por su experiencia en el buceo con esta especie. De hecho ha participado en el proceso de foto-identificación de los tiburones que llegan a Isla Guadalupe.

Al respecto, Manuel Lazcano, director de fotografía submarina, manifiesta: "Nunca para mí es un momento de adrenalina, es un momento celestial".

Se estima que la probabilidad de que una persona sea atacada por un tiburón es de una en 11.5 millones. Los ataques con frecuencia suceden entre surfistas, porque el tiburón los confunde con presas como el lobo marino.

"Muere más gente por mosquitos, abejas, accidentes automovilísticos, tostadoras deficientes que los electrocutan, rayos... bueno!.. que por un tiburón", asegura, por su parte, el biólogo marino Mauricio Hoyos.

Así que mejor disfrútelo, porque en el menor descuido "El Señor de Guadalupe" le mostrará su sonrisa, su salvaje sonrisa.

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