Estas peculiaridades en los dientes también le han llevado a recibir el nombre de paradoxodon (que significa «dientes paradójicos»), puesto que su descubrimiento supone la aparición de una brecha en el registro fósil desde que esta criatura se separó de su pariente más cercano.
Aunque no llegaba al tamaño del mastodonte de megalodon, con sus 10 metros de longitud, se cree que este tiburón podía llegar a medir cuatro metros, más o menos como un tiburón blanco de la actualidad.
Parece ser que Megalolamna paradoxodon tenía unos dientes delanteros cuya función era agarrar, y otros traseros destinados a cortar. Ambos eran herramientas letales para capturar y trocear peces de tamaño mediano.
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