Pero Benchley también tuvo como referencia hechos verídicos ocurridos hace exactamente un siglo, en las primeras semanas de julio de 1916. Aquel verano fue particularmente caluroso, por lo que las costas de New Jersey estaban repletas de temporadistas disfrutando de las playas.
El 1 de julio, Charles Vasant murió tras ser atacado por un tiburón en Beach Haven. De hecho, tiene el dudoso honor de ser la primera víctima de un ataque de ese tipo en la historia de Estados Unidos. Pero en su momento dicho incidente no generó mayor revuelo y las autoridades locales incluso lo negaron.
Pero cuando días más tarde, el 6 de julio, hubo otro ataque mortal (en este caso Charles Bruder, en Spring Lake), se encendieron las alarmas, los temporadistas empezaron a alejarse de las playas y éstas cerraron. El caso figuró en la primera plana de todos los periódicos.
No obstante, lo peor estaba por ocurrir. En la localidad de Matawan Creek , ubicada al sur de Nueva York, se registraron tres ataques el 12 de julio, de los cuales dos (Lester Stilwell y Stanley Fisher ) terminaron en muertes. El pánico se desbordó. El mismísimo presidente Woodrow Wilson instruyó a su Secretario del Tesoro para efectuar una “guerra contra los tiburones”. Los habitantes de Matawan , furiosos, llenaron la zona de redes y explosivos y usaron armas de fuego para acabar con el pez responsable de las muertes.
Pasaron dos días más hasta que el 14 de julio, el taxidermista Michael Schleisser capturó y mató en alta mar un gran tiburón blanco de dos metros y medio de largo. En su estómago se hallaron siete kilos de carne y huesos supuestamente humanos. Se consideró a este ejemplar el único causante de las cuatro muertes y se dio por terminado el asunto. Hoy se piensa que pudieron ser varios tiburones y más de una especie.
Los ataques de tiburones de 1916 impactaron por igual en la comunidad científica y el público en general: Acabó con la idea de que los tiburones de aguas estadounidenses no eran peligrosos; reavivó el interés científico por estos animales, ya que entonces no había grandes conocimientos sobre su biología y comportamiento; y sobre todo incrustó en la mente de generaciones de personas la imagen de los tiburones como devorahombres obsesivos y desalmados, lo que ha traído como consecuencia un miedo irracional a dichos animales y su cacería indiscriminada, así como la mencionada película “Tiburón” y sus innumerables imitadoras hasta nuestros días.
La realidad, por supuesto, tiene sus matices. Hay no menos de 460 especies de tiburones, pero apenas 20% representa un potencial peligro para el ser humano. Solo 25 especies han atacado personas. Y únicamente entre tres y seis han sido declaradas de extrema peligrosidad.
Asimismo, las probabilidades de ser atacados por un tiburón es apenas una entre seis millones. Según el sitio web Tiburonpedia, Los ataques anuales de tiburones por lo general no llegan al centenar. Y de éstos apenas un 10% son mortales. Irónicamente, son más los tiburones que mueren cada año a manos de los humanos que viceversa.
Todo lo relacionado con estos peces es fascinante, pues entre ellos no solo hay temibles cazadores, sino gigantes apacibles y criaturas salidas de un cuento de terror o de la noche de los tiempos. A continuación hablamos de algunas de estas especies
GRAN TIBURÓN BLANCO
La palabra “tiburón” automáticamente trae a colación el film de Steven Spielberg. Y hablar de esta cinta es hablar del escualo peligroso por antonomasia, reputación consolidada tras los ataques de 1916: El gran tiburón blanco…que por cierto, más que blanco, es gris.
El de la pantalla era de dimensiones considerables (ocho metros de largo), aunque los auténticos no se quedan muy atrás. El ejemplar más grande certificado midió 6 metros y medio y pesó 3,2 toneladas (más que 15 gorilas), de las que más de 680 kilos correspondían a su hígado. Se le conoce como “El monstruo de Cojímar” por la localidad cubana donde seis pescadores lo capturaron en junio de 1945 tras una noche y un día de intensa cacería.
El récord lo ostenta actualmente “Deep Blue”, un gran blanco hembra de cerca de 50 años de edad, 6,1 metros y más de 2 mil 600 kilogramos. Fue visto por primera vez en 2014 en la mexicana isla de Guadalupe.
Esta especie es una máquina de matar en toda la regla. Tiene hasta 15 filas de aserrados dientes de 7,5 centímetros en sus mandíbulas, con los que puede desgarrar y tragar hasta 14 kilogramos de carne. Llega a tener 30 mil dientes durante toda su vida. Su vista y sobre todo su olfato están muy desarrollados, lo que le permite detectar una gota de sangre, percibir las más mínimas vibraciones en el agua y captar los campos eléctricos de sus presas a kilómetros de distancia.
Junto a su ya legendaria aleta dorsal, hay otra parte de la anatomía de este animal que también resulta intimidante. El cazador Quint de “Tiburón” lo expone en su famoso “monólogo del Indianápolis”: “Una de sus características son ojos sin vida, de muñeca, ojos negros y quietos. Cuando se acerca a uno, se diría que no tiene vida, hasta que le muerde. Esos pequeños ojos negros se vuelven blancos, y entonces… ah, entonces se oye un grito tremendo y espantoso. El agua se vuelve de color rojo. Y a pesar del chapoteo y del griterío, ves como esas fieras se acercan y te van despedazando”.
En realidad los ojos del pez no son totalmente negros, sino azul oscuro. Si se miran con detalle puede notarse el iris. Y el color blanco que toman en los ataques se debe a que el tiburón cierra automáticamente el ojo con un tejido llamado “membrana nictitante” o “tercer párpado” para protegerlo de posibles lesiones.
Pero aunque esta especie puede resultar muy peligrosa para los humanos, éstos no son en absoluto su prioridad alimenticia. El gran blanco no suele frecuentar las aguas cálidas preferidas por la gente, sino zonas más templadas o frías. Y la mayoría de los ataques ocurren por curiosidad del animal o por confundir a los bañistas con focas, sus presas habituales debido al alto valor nutricional que la grasa de ésta les provee. En todo caso, al tiburón le basta una única mordida para saber si su presa satisface sus necesidades. Y de no ser así, por lo general la suelta y se aleja. Aunque no sin causar un gran daño, o incluso la muerte, al afectado por sus dientes.
El gran blanco es enorme. Pero incluso el más impresionante de ellos palidece frente a su antepasado prehistórico: el Megalodon, que vivió hace 20 millones de años, alcanzaba los 20 metros de longitud, las 100 toneladas de peso y tenía mandíbulas repletas de dientes del tamaño de una mano.
TIBURÓN TORO
Los ataques más graves del verano de 1916 ocurrieron en Matawan Creek, una ensenada de agua dulce llena de pequeños muelles y unida por una cala al Océano Atlántico.
Como la mayoría de especies de tiburones (entre ellas el gran blanco) no son capaces de resistir el agua dulce, muchos científicos piensan que la responsabilidad de esas muertes recae en una de las pocas especies capaz de hacerlo: el tiburón toro.
Gracias a una glándula especial que expulsa el agua dulce de su organismo y retiene la salada, este pez puede ingresar en ríos de todo el mundo, como el Amazonas, el Ganges y el Missisipi, así como en lagos como el Cocibolca de Nicaragua o el de Maracaibo en Venezuela.
Se la considera la especie más peligrosa de todas. Habitan en zonas de aguas cálidas y poco profundas, por lo que con frecuencia chocan con el hombre. Es un pez curioso y territorial, capaz de producir más testosterona que un elefante africano o que cualquier otro animal.
Pero al igual que el gran blanco, la mayoría de sus ataques de deben a errores, accidentes o a simple curiosidad, pues sus presas habituales consisten en peces, aves o incluso otros tiburones.
TIBURÓN TIGRE
En una escena de la película “Tiburón”, los pobladores de la ficticia localidad de Amity celebran la captura de un tiburón tigre creyendo que su pesadilla acuática ha terminado. Pero, como bien saben los espectadores, la cosa estaba muy lejos de ser tan sencilla.
No es casualidad que aquellas personas pensaran así, pues esta especie (que debe su nombre a las franjas oscuras de su lomo) figura entre los escualos más agresivos, ya que tiene un apetito insaciable. Se le llama “basurero del mar” porque come cualquier cosa que encuentre. En su sistema digestivo se han hallado bolsas, clavos, residuos y hasta llantas y matrículas de carros.
Al tiburón tigre se le llama en México “tintorera”. Y ese fue el título de una extraña película mexicana estrenada en 1977 para aprovechar el filón abierto por el “Tiburón” de Spielberg. Dirigida por René Cardona, la cinta adolece de un guion mediocre, aunque cuenta con excelentes escenas submarinas. Quentin Tarantino la considera una de sus favoritas e incluso la homenajeó cuando le puso el nombre de su protagonista, Hugo Stiglitz, al de uno de los cazadores de nazis de “Bastardos sin Gloria” (2009).
TIBURÓN MARTILLO
También conocida como “cornuda”, es una de las especies más conocidas por su excéntrico aspecto. Mide hasta 6 metros, pesa 600 kilos y habita las aguas templadas y cálidas de todo el mundo. Aunque a veces se la considera peligrosa, no ataca al hombre a menos que éste la provoque. Nunca se ha registrado una víctima mortal de sus agresiones.
Con respecto a la particular forma de su cabeza, Una investigación de la Universidad del Atlántico de Florida concluyó que gracias a ella el pez cuenta con una visión estereoscópica de 360 grados completos, lo que amplifica su capacidad de detectar y cazar los peces, crustáceos y moluscos que suponen su principal fuente de sustento.
TIBURÓN BALLENA
24 de mayo de 1947. Mediodía. Una balsa de madera llamada “Kon Tiki” atravesaba el Océano Pacífico con seis hombres a bordo, capitaneados por el antropólogo noruego Thor Heyerdahl. Buscaban demostrar la teoría de que la Polinesia pudo ser poblada desde Sudamérica en tiempos antiguos.
De repente, los expedicionarios vislumbraron un enorme pez acercándose a la embarcación. Heyerdhal lo describió así años más tarde: “la cara más enorme y más fea que ninguno de nosotros hubiera visto jamás en su vida (…) Era una cabeza ancha y horrenda, como la de una rana gigantesca, con dos ojuelos a los lados, y una mandíbula de sapo, de metro y medio de ancho (…) El mismo Walt Disney, con todo el poder de su imaginación, no podría haber creado un monstruo marino más espeluznante que el que así de repente había aparecido al lado de la balsa con sus terribles mandíbulas”.
No se trataba de una ballena, como en un primer momento creyeron aquellos hombres, sino de un tiburón ballena, el pez más grande conocido, pues puede superar los 12 metros de largo y las 21 toneladas de peso, aunque hay quien habla de ejemplares de más de 20 metros. Y su piel de 14 centímetros de espesor es más gruesa que la de ningún otro ser vivo.
Pero esta especie no supone ningún riesgo para el ser humano, salvo las derivadas de sus colosales dimensiones, ya que es capaz de volcar sin problema una pequeña embarcación como la” Kon Tiki”. Su alimentación consta de microorganismos, peces y crustáceos pequeños, los cuales captura succionando grandes cantidades de agua con aquella gran boca que fascinó a Heyerdhal y luego filtrando el alimento a través de las espinas de sus enormes branquias.
Aquel encuentro en el Pacífico estuvo a punto de terminar mal. Uno de los expedicionarios, presa de los nervios, arrojó un arpón contra la cabeza del escualo, el cual no tardó en sumergirse en las profundidades, haciendo zozobrar la balsa y causando lesiones a dos de los hombres. Poco después apareció el arpón roto en la superficie. “Esperamos largo rato a que la enorme bestia regresara como un submarino enfurecido… Pero jamás volvimos a saber de ella”.
TIBURÓN PEREGRINO
Si el tiburón ballena porta la medalla de oro como el pez más grande del mundo, la presea de plata corresponde al tiburón peregrino, ya que alcanza los 10 metros de largo y los 8 mil kilos de peso.
Pero de nuevo se trata de un coloso manso e inofensivo para el hombre. Se desplaza a través de grandes distancias con su enorme boca abierta en procura de alimento, también consistente en microorganismos y pequeños animales, los cuales filtra en sus branquias. A diferencia del tiburón ballena, no es capaz de succionar el agua, por lo que la recibe en sus fauces de forma pasiva. Tiene la capacidad de filtrar mil 500 metros cúbicos de agua por hora, cantidad suficiente para llenar 66 bañeras.
Como esta especie acostumbra a nadar cerca de la superficie mientras come, en inglés se le llama “Basking Shark”, es decir, “tiburón que toma el sol”.
TIBURÓN DE BOCA ANCHA
Descubierto accidentalmente en Hawaii en 1976 y no descrito oficialmente como nueva especie hasta 1983, este pez de cinco metros de largo es uno de los animales más raros del mundo, pues hasta hoy apenas se han documentado poco más de sesenta ejemplares. Habitan las aguas tropicales de los Océanos índico, Pacífico y Atlántico a profundidades de 1500 metros.
No le viene mal el nombre, pues su principal “atractivo” físico reside en sus enormes labios con apariencia de goma, que pueden alcanzar hasta el metro de ancho. Junto con el tiburón ballena y el tiburón peregrino, es una de las únicas tres especies de escualos que se alimenta de los microorganismos que filtra a través de sus branquiespinas.
TIBURÓN DE GROENLANDIA
Esta especie de siete metros de longitud fue noticia el pasado agosto, cuando la revista “Science” lo catalogó como el vertebrado más viejo del mundo. Tras aplicar la datación por radiocarbono a los ojos de varias hembras capturadas, los científicos descubrieron que en promedio los ejemplares tenían 272 años y el más antiguo casi 400.
Dicha longevidad no tiene aún una explicación definitiva, aunque quizás se deba en parte al lento metabolismo del animal, pues el tiburón de Groenlandia habita los fríos mares árticos a temperaturas cercanas a un grado centígrado. Se desplaza como un enorme bloque de hielo a apenas un kilómetro y medio por hora, lo que supone para él otro récord: el del pez más lento del mundo.
Aunque sorprenda, este tiburón se alimenta de animales mucho más rápidos que él. En su estómago se hallado restos de focas y hasta de osos polares. Como la velocidad no juega a su favor, se cree que ataca a sus presas cuando éstas duermen. Pero para los humanos no representa peligro alguno.
Y si un tiburón es el pez más lento, otro es el más rápido: el tiburón mako o marrajo, capaz de alcanzar velocidades de hasta 124 kilómetros por hora.
TIBURÓN DUENDE
En el folclore popular japonés se denomina “tengu” a ciertos espíritus híbridos de hombre y pájaro que habitan los bosques y montañas. Pueden ser traviesos y maliciosos con los humanos, aunque también enseñan artes marciales y protegen a los indefensos.
Un rasgo distintivo de los tengu es su larga nariz, símbolo de orgullo y arrogancia. En 1898, un pescador nipón la recordó cuando vio en sus redes un extraño pez al que bautizó como “tenguzame” , o “tiburón tengu” . En Occidente se le conoce como “Goblin Shark” o “tiburón duende”. Y realmente su aspecto parece sacado de alguna fábula fantástica o de un film de ciencia ficción.
Este habitante de las profundidades de cuatro metros de largo tiene como principal distintivo un extraño hocico alargado que se va reduciendo a medida que el animal envejece. Asimismo, cuenta con una articulación que le permite agrandar sus mandíbulas para atrapar con mayor efectividad los peces, moluscos y crustáceos que le sirven de alimento. Es un animal muy raro y difícil de ver. La mayoría de las veces se obtiene mediante capturas accidentales en las redes comerciales (“baycath”) y no vive demasiado tiempo en cautiverio.
TIBURÓN ANGUILA
El término “fósil viviente” designa en biología a ciertas especies que apenas han experimentado cambios desde los tiempos prehistóricos. Los tiburones son más viejos que los dinosaurios, pues llevan nadando los océanos desde hace 400 millones de años. Pero una especie en particular parece haberse quedado en aquellos tiempos recónditos.
El tiburón anguila ciertamente tiene más aspecto de monstruo mesozoico que de congénere del gran blanco. Su cuerpo alargado alcanza los cuatro metros de longitud y habita entre 600 y 1500 metros de profundidad, aunque de noche se acercan a la superficie para cazar moluscos y peces, a los que captura con sus mandíbulas provistas de 300 filosos dientes. Al igual que el tiburón duende, sus avistamientos son muy raros y por lo general aparecen muertos en redes de pesca comercial.
Las branquias de esta especie tienen unas formaciones que recuerdan franjas rizadas o flecos, por lo que al tiburón anguila también se le conoce como “tiburón de gorguera” debido a la similitud entre sus agallas y una prenda de cuello muy popular en Europa en los siglos XVI y XVII.
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