viernes, 23 de diciembre de 2016

Mis tiburones de hoy


Mi hija (2 años y medio) ya conoce muchas películas de Pixar y de otros estudios de animación. Incluso se sabe diálogos de memoria. Su película favorita va cambiando con el tiempo.
Además del cine en casa, otro de nuestros entretenimientos es buscar imágenes de animales en Google. Ella pide qué ver y yo hago la búsqueda; después ella baja con la ruedita del mouse y hace clic en alguna imagen para verla más grande y co­mentarla.
Es un buen ejercicio. Ella puede reconocer no sólo la forma arquetípica o simplificada de cada animal (tal como ya la conoce de los libros infantiles), sino también la amplia paleta de formas que puede adoptar ese mismo ser. De un solo vistazo aprecia variantes reales y dibujadas; cachorros y adultos; hembras y machos; jóvenes y viejos; ejemplares emblemáticos y también raros; detalles, primeros planos, manadas completas...
El juego surgió cuando el podio fílmico de mi hija lo ocupaba Buscando a Nemo; una de sus escenas favoritas es la de los tiburones. A raíz de esa fascinación, siempre que buscamos animales en internet, el primero que me pide es el tiburón. De hecho, cuando pide que hagamos búsquedas en Google, lo que dice es: “¿Veamos tiburones?”
Así se llama el juego ahora, aunque después también busquemos otros animales y cosas. En algunas fotos, jugamos a acercar el dedo a la pantalla y sacarlo rápidamente, antes de que los tiburones nos muerdan.
En ese momento, con mi dedo casi tocando la pantalla, suelo recordar el tiburón que toqué. Enseguida imagino cómo será mi vida cuando llegue el momento en que mi hija quiera irse lejos para ganar la libertad de hacer cosas tan idiotas –desde la perspectiva de un padre– como nadar entre tiburones de verdad.

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